Entre algunas de mis viejas revistas de "Maestra Infantil" que aún conservo, encontré un artículo interesante que pensé que os podía gustar o, quizá al menos, nos haría reflexionar. Aquí os lo copio:
La libertad de Matías.
"Nuria quería educar a Matías para que fuera un chico libre. Pensó en llevarlo a un centro de Educación Infantil, pero le daba pena levantarlo tan temprano si podía quedarse en casa con la abuela.
Cuando cumplió seis años empezó a ir al colegio, pero le costaba levantarse y acordó con la directora que "le perdonaran los retrasos".
Estudió música, pintura, jugó al fútbol, fue a un taller de ciencias, hizo teatro. Casi todas estas actividades terminó por abandonarlas, porque le costaba la continuidad y el esfuerzo. Aunque siempre los profesores le decían a Nuria: "Mati es un amor, es supercreativo, pero se aburre con la práctica y el trabajo más riguroso".
Terminó la secundaria tras repetir algún curso, pero eso no fue un problema, porque era muy inteligente. Sus notas..., las mínimas, aunque muy altas para el esfuerzo realizado.
Es muy cariñoso y querido, pero hay que entenderlo, "su mundo es su mundo", hay que comprender su estilo. Es muy productivo con las cosas que le gustan, pero "hay que dejarlo tranquilo", las cosas las hace a "su manera".
¿Logró Nuria su objetivo? ¿Es Mati un chico libre? ¿Será también un adulto libre? Alguien podría responder que sí lo es, siempre que lo dejen hacer las cosas a su manera, en los tiempos que él admita: entonces, será una persona libre y creativa.
Pero ¿podrá encontrar el modo de hacer lo que quiera cómo y cuándo quiera? Nuevamente, alguien podría responder: "solo si está Nuria para garantizarle esas condiciones o para pelearse con `el mundo´".
La verdad es que lo más probable es que Mati tenga que ser libre "a pesar" de las condiciones que le plantee el mundo, deberá encontrar el modo de adaptarse a las normas y exigencias de la sociedad e intentar hacer las cosas que quiere y le gustan. Y Nuria debe intentar que pueda hacerlo sin la necesidad de que ella esté, porque, en caso contrario, su libertad dependerá de ella, y eso no es libertad.
Pero, entonces, ¿no es bueno que niñas y niños tengan una infancia feliz? ¿Los tenemos que educar de un modo "duro" para que soporten los rigores del mundo adulto?
No. Seguramente, lo que mejor prepara para ese mundo es el afecto, el diálogo y la comprensión. Pero no cuando los padres se interponen entre los chicos y la realidad.
¿Hay normas en la escuela, en un restaurante y en un cine? ¿Hay límites entre lo que quiero y puedo tener? ¿Puedo alcanzar lo que quiero sin esfuerzo?
La tarea de los adultos es acompañar a niños y niñas en el proceso de asunción de responsabilidades y normas, no tratar de que no les lleguen. Estamos para pensar juntos los mejores modos de afrontarlas, los modos de encontrar nuestro espacio dentro del "magma" de las obligaciones, de "ser nosotros mismos" sin dejar de dialogar con la sociedad.
Este proceso tiene momentos de frustración, de enfado, en los que uno no entiende "por qué". Estamos para ayudarlos a dar respuesta a los "porqués", y también para asumir que hay cosas que debemos hacer aunque no sepamos o no estemos de acuerdo con el "porqué". Y somos libres cuando esas obligaciones no nos "cierran las ventanas" por las que salimos a disfrutar, crecer, inventar y construirnos a nosotros mismos.
Nuria tiene que educarlo para que sea libre cuando ella no está. Para que pueda adaptarse al mundo, trabajar, estudiar, construir una familia, relacionarse con amigos, sin dejar de "llenarse de ventanas". No somos libres por dejar de cumplir con las obligaciones que nos impone la sociedad, sino justamente porque podemos cumplirlas y, además, "volar, inventar y disfrutar".
Creo que la "libertad de Matías" es muy limitada, solo funciona en el "mundo de Nuria".
Gustavo Iaies. Licenciado en Ciencias de la Educación.
Revista Maestra Infantil.
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